domingo, 30 de junio de 2013

Araña

No es aracnofobia.


Es simple respeto y admiración.



Temblor de admiración, no nerviosismo.


Tan hermosas criaturas.


¿Saben que odio con mí ser? Las conexiones de una red, desde el centro, hasta las puntas.


Un centro de red donde insectos están atrapados esperando morir.


No mueren al instante, eso lo hace agonizante. 


Desesperante. 


El caminar por el fino hilo de desdichas y desvelos.


Un cabello es eso, un filo hilo.


Relaciones, cada hilo diferente e igual, todos conectados sin saber, todos son parte de algo, sin embargo son tan frágiles que con un movimiento todo se destruye, o solo una parte lo hace.


¿Qué es ese algo? No lo sé, o tal vez, solo ignoro lo que es. A pesar de todo puede ser reparada, remendada, reconstruida y restaurada luego de la destrucción.


Estoy junto a una escapatoria que solo se puede ejecutar antes que el arácnido llegue.


Mentir no es sencillo, pues normalmente se miente sin escrúpulos y con naturalidad.


Naturalmente, viéndolo de manera simple no es una máquina ni un animal.


El corazón realmente no es el culpable del dolor, en realidad es la vida, al igual que las redes, el centro y base es el corazón, la red en general es el cerebro, dirige la espina dorsal y con ella, el sistema nervioso para que cada parte de ella sirva para algo específico.


¿Qué sería la vida sin el dolor?


Eso es lo que me pasa.


Eso es lo que no funciona.


Nunca nada ha funcionado, entonces ¿Por qué quejarse en este momento?

Porque los cambios se acercan, ellos más que alguna otra cosa justifican acciones nada comunes.


Soy un simple electrón que está en un constante intercambio de energía.


Eso no tiene la más mínima importancia ¿o me equivoco?


Desde que la humanidad aprendió a utilizar las excusas, la justicia se quitó la venda reglamentaria e incluyo la subjetividad a su veredicto.


No queda un aprendizaje, es un pequeño recuerdo que puede ser enterrado.


Curiosamente existen los cementerios los cuales cierran capítulos de libros y novelas, sin embargo siguen ahí para que los recuerdes.


¿De qué vale olvidar si al final de cuentas recordaras cada detalle?


No lo sé.


¿Lo sabes?


Llámame en medio de la madrugada si quieres una respuesta a tus preguntas, no prometo que sean correctas pero si prometo que existirá una respuesta.


Uno, cuatro, dos y ocho.


Ocho pasos sincronizados, pasos de araña.


Veneno y telaraña es lo que se hace presente en la habitación del pequeño gigante.


Uno al igual que lo otro, es la perdición 


¿Puedes escoger? Yo no. Tú tampoco.


Pero... ¿Qué prefieres?


El destino de todos es el mismo: La tumba.


¿Por qué tanto esfuerzo para llegar a ella?


Es tarde, hora de irse a un mundo falso donde las palabras no sean ecos en mi cabeza, donde las estacas no me hagan sangrar, aquel lugar imaginario, donde los azotes no sean detestados ni mucho menos los moretones, donde la neblina sea el viento y las miradas sean gritos capaces de desgarrar la piel del menos afortunado.


Un nombre siempre está en todos mis mundos, algo imposible, hasta hace unos años.


Vamos, no olvidemos ese pequeño objeto o palabra que te recuerde que no estas soñando.


Viajemos a través de este camino, las barras de una celda, eso parecen cada uno de los arboles alineados sutilmente que se pierden en el horizonte.


Siempre olvido cosas importantes, según esos murmullos, pero ellos no saben nada y aun si supieran ¿Qué cambiaría? De todas formas lo reprenden muy tarde.


Hora de irse, sin despedidas, mucho menos un adiós.


Tranquilízate, prometo que se volverá, en su debido momento.


Araña, lo siento, pero tengo que salir, odio dañar tu hogar, pero debo separarme de esta red.


Solo espero que lo entienda.


“Y caminando por este sendero juro no apartarme de mis ideas, no doblegarme ante la injusticia y mucho menos dejarme vencer por la irracionalidad”.