Sueño, es lo que tengo.
Tiempo, es lo que siempre me
hace falta.
Ganas, es lo que nunca
consigo.
Vida, es lo que se supone
que define mi estadía.
Sonrisa, es lo que nace de
la sinceridad.
Verdad, es lo que considero
relativo.
Objetivo, es lo que creo
poder alcanzar.
Azar, es lo que no pretendo
controlar.
Mirar, es lo que hago a
diario.
Hoy, debo detenerme un
momento.
Hoy, todo se encuentra
borroso.
Hoy, es un día
particularmente curioso.
Hoy, es la prueba que
necesitaba.
Realmente no puedo decir
mucho sobre los sueños, aunque quisiera.
Los sueños pueden ser tu
mejor amigo, siempre y cuando estés dormido.
Siempre no estés consciente
de las consecuencias de tus acciones en ellos.
Una vez despiertas de ellos
pueden ser tu mayor tormento.
Ellos pueden ser realistas,
abstractos, irreales, confusos, incoherentes e incluso hirientes.
No necesariamente deben ser
una pesadilla para lograr perturbarte, es lo más dañinamente increíble que
conozco.
Se supone que el subconsciente
siempre busca la manera de evitar un daño.
Por eso tenemos reacciones, por
eso sentimos, por eso existe el miedo.
¿No es algo sumamente
hermoso que lo mismo que quiera evitar un daño lo haga?
Los recuerdos sobre mis
sueños se borran de la memoria la mayoría de las mañanas.
Aquí se presenta un pequeño
problema, siempre pensamos que la mayoría es el todo, la mayoría no es un todo,
es un porcentaje mayor.
¿Qué pasa cuando la
condición no se cumple?
¿Qué pasa cuando recuerdas?
¿Qué pasa cuando no puedes
olvidar?
¿Qué pasa cuando una idea
generada por ti mismo martilla tu cabeza de manera frecuente?
¿Qué pasa cuando preguntas y
no respondes?
Decir que odio la situación
en la que me encuentro seria mentir, pero una parte de mi lo hace.
¿Ves la diferencia?
Una parte de mí, no el todo.
No me creo capaz de concluir
nada en este punto.
Es hora de hacer silencio de nuevo,
tal vez así sea más difícil.
Que inútil fue la última
cerradura.
Dejare libre a la bestia.
“Era como el viento, aunque
siempre estaba, a veces lo hacía con más fuerza que otras”.